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Cordial saludo en Cristo. Les escribe el Teólogo, Carlos Tirado Moreno, servidor y fundador de la Asociación Humanizados con el programa de humanización en Colombia.
¿Sabías que la primera causa de mortalidad en el mundo es el aborto provocado? Qué necesario es pararnos a pensar que todas las vidas son dignas sin necesidad de entrar en discusiones sobre esto. Voy a darte respuestas algunas de las preguntas más comunes sobre el aborto.
San Juan Pablo II Santo Patrono de la Asociación Humanizados, es uno de los Santos mas influyentes de los últimos tiempos, ya nos hablaba del valor incomparable de la vida humana: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!”.
Vamos a partir de una base con la que creo todos podemos estar de acuerdo. Las madres tienen innato un sentido de protección hacia sus hijos. Y los hijos, y más cuando son pequeños, buscan la seguridad en sus padres y muy especialmente en la madre. Este instinto viene “de serie” en los genes de toda persona humana.
Cuando no pasa esto, es decir, cuando una madre no quiere a su hijo, o mejor dicho, se plantea acabar con la vida de su hijo, hecho totalmente anti natura, hay que ir un poco más allá, hay ver qué es lo que está ocurriendo, porque en esta reacción, en esta decisión tan desgarradora, se esconden otras circunstancias que seguramente nada tengan que ver con la decisión de la madre.
Pueden ser problemas sociales, económicos, laborales, familiares, de salud….. no sé…, pero lo peor es que la madre puede llegar pensar que, debido a sus circunstancias, ha decidido libremente acabar con la vida de su hijo y es, precisamente esta, la base del engaño. No solamente no es libre para tomar una decisión, sino que es radicalmente esclava de sus miedos y circunstancias.
Ya sabemos que el demonio es el príncipe de la mentira y, en el caso del aborto, se ha ocupado mucho de intentar engañarnos para que pensemos que, con el nacimiento de un hijo, perderemos nuestra comodidad, nuestra independencia, nuestro dinero, no encontraremos trabajo… en definitiva, que perderemos nuestra vida y que para defendernos tendremos que eliminar la amenaza.
¿Cómo? Acabando con la vida de nuestro hijo. Es pensar que, destruyendo una vida, matando una vida, salvaremos la nuestra; es el pecado del egoísmo humano, querer salvarnos sin confiar en Dios, matar la voz de Dios que está dentro de nuestros corazones. “La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (Catecismo de la Iglesia católica n. 2.270).
¿Qué hacer cuando alguien de nuestro entorno decide abortar? Lo primero que debemos hacer es intentar dar luz a una situación que está en la más absoluta oscuridad. ¿Cómo? Haciendo ver a esa madre que lo que lleva en sus entrañas es su mismo hijo, que está vivo, con un corazón que late y que de su decisión depende que su hijo viva. Mirad, los hijos no son propiedad de los padres, como la mujer no es propiedad del marido, ni el marido de la mujer. Los hijos, como la mujer, como el marido, son regalos que nos pone Dios en nuestra vida. Nadie tiene el derecho de acabar con una vida pensando que es de “su propiedad”. Dios tiene un propósito para cada hombre desde antes de nuestro nacimiento. Como dice la Sagrada Escritura: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado” (Jr 1, 5).
Como dijo Madre Teresa: “El mayor destructor de la paz hoy en el mundo es el aborto y ¿Cómo podemos convencer a una mujer de no abortar? Como en todo debemos persuadirla con amor y recordemos que amar significa amar hasta que duela”.
Y como ejemplo el “Fiat– Hágase” de la Virgen María que, a partir de un embarazo no previsto, supo reconocer la intervención de Dios. Con su: “Hágase en mí según tu palabra” que dijo al arcángel Gabriel, permitió que el Hijo de Dios se encarnase en sus virginales entrañas.
No lo tuvo fácil, no estaba casada, no tenía recursos, sabía que la podrían difamar, abandonar e incluso que su decisión podría costarle la muerte, pero decidió entregarse por amor. Decidió decir “sí” a la vida a pesar de la incertidumbre y con ello permitió que el mismo Dios se hiciese hombre para la salvación del mundo.
¿Qué hacer cuando alguien ya ha abortado?
En estos casos, lo único que podemos hacer es, sin juzgar, acompañar a esta persona para que se acerque a Jesucristo y conozca su Misericordia infinita, que perdona todo. El mismo san Pablo, que tenía el propósito firme de destruir el Cristianismo, fue perdonado por el Señor y se convirtió. Pasó de matar cristianos a seguir a Jesucristo y evangelizar el mundo, porque, como el mismo apóstol nos dice en su carta a los Romanos, “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”.
Siempre es consolador saber que si, con humildad y arrepentimiento, acudimos al perdón de Dios, el Señor nos perdona y puede sacar hasta cosas buenas de nuestras peores faltas. Dios hace nuevas todas las cosas y Jesucristo, con su resurrección, nos ha revelado que la muerte no tiene la última palabra. Es recibir ese perdón y abrazo nuevamente de Dios Padre mediante el Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación con un sacerdote. Allí volverás a escuchar las palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar» Juan 8,11 y «YO soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida» Juan 8.
La Iglesia acompaña a estas personas hacia el perdón de Dios. El mismo Papa Francisco ha hablado al respecto de la absolución para este tipo de pecados. Cuando una madre acude a la confesión, rota de dolor, arrepentida, como en la parábola del hijo pródigo, es el mismo Dios el que sale a su encuentro y la recibe con el abrazo de Padre Misericordioso, que perdona todo y celebra un banquete en el cielo para darle una nueva vida.
Es tiempo de rebeldes, de jóvenes rebeldes con ganas y que quieran apostar, que apuesten por tu vida, que apuestan por su vida y que en general apuestan por la vida en mayúsculas, que algo que es evidente es que la vida es alucinante. Y no lo olvides: Dios te quiere, y te quiere feliz.