¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da mi familia?
La pregunta que nos hace el Pontífice es: ¿sabemos descansar?
El papa Bergoglio está de vacaciones. Cierto, a su estilo: escaso ocio y nada de viajes de placer. No es que tenga nada en contra de ello. Casa Santa Marta, la residencia donde vive, es su refugio de la canícula y el sol estival. Francisco tendrá pocas actividades públicas, pero seguirá trabajando.
El Pontífice aprovecha el tiempo pero no reniega del descanso, que considera tan importante como el trabajo. No se trata de no hacer nada, sino de dar un sentido a las pausas cotidianas. De hecho, los religiosos dedican algunos minutos para pensar, dar gracias y reflexionar sobre lo ocurrido en la jornada. El papa Francisco advierte de “la tentación de descansar de cualquier manera, como si el descanso no fuera una cosa de Dios”. Pide no caer “en esta tentación». “Nuestra fatiga es preciosa a los ojos de Jesús, que nos acoge y nos pone de pie. (Mt 11,28)”, enseña.
“¡Qué difícil es aprender a descansar!”, dijo a sus sacerdotes, pero esto se aplica también a las personas con familia, solteras o que tienen varias actividades.
A continuación, pueden ayudarnos algunas preguntas a este respecto. Vamos a adaptarlas a la vida familiar y a la cotidianidad en tiempo de verano (o también en las vacaciones de invierno). Son tomadas de la homilía del pasado 2 de abril de 2015.
- ¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da mi familia? O, luego del trabajo, ¿busco descansos más refinados, no los de la gente sencilla sino los que ofrece el mundo del consumo?
- ¿El Espíritu Santo es verdaderamente para mí “descanso en el trabajo” o sólo aquel al que invoco vagamente para que me ayude cuando estoy en dificultad?
- ¿Sé pedir ayuda a algún sacerdote sabio o una persona mayor? ¿Sé descansar de mí mismo, de mi auto-exigencia, de mi auto-complacencia, de mi auto-referencialidad?
- ¿Sé conversar con Jesús, con el Padre, con la Virgen y san José, con mis santos protectores amigos para reposarme en sus exigencias —que son suaves y ligeras—, en sus complacencias —a ellos les agrada estar en mi compañía—, en sus intereses y referencias —a ellos sólo les interesa la mayor gloria de Dios—?
- ¿Sé descansar de mis enemigos bajo la protección del Señor?
- ¿Argumento y maquino yo solo, rumiando una y otra vez mi defensa, o me confío al Espíritu Santo que me enseña lo que tengo que decir en cada ocasión?
- ¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: “Sé de quién me he fiado”(2 Tm 1,12)?
Fuente: es.aleteia.org